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Presentación de la novela APÓSTATA

Miguel Ángel Pascual Ariste.

 autor de la novela histórica «Apóstata»

 

Profesor jubilado en la Academia General Militar de Zaragoza y coronel de Caballería, Miguel Ángel Pascual Ariste presentó ayer en Zaragoza «Apóstata. Alquimia, brujería y combates de un caballero templario». En su segunda novela histórica, Pascual retrata los acontecimientos del siglo XIII en la Corona de Aragón a través del templario aragonés Bernardo de Fuentes. Muy ligado a Villanueva de Sijena, donde nació Miguel Servet, Pascual tiene en mente publicar próximamente un libro fotográfico sobre las pinturas de Sijena.

 

O. ISARRE

20/10/2009


 

 

HUESCA.- Miguel Ángel Pascual Ariste retrocede hasta el siglo XIV para recordar una época de guerras, intrigas, misterios y experimentos en búsqueda de la piedra filosofal, en «Apóstata. Alquimia, brujería y combates de un caballero templario», que gira en torno a Bernardo de Fuentes, un templario aragonés con el que Pascual recorre hechos como la toma de Sicilia por parte de la Corona de Aragón tras el acontecimiento conocida como «Vísperas Sicilianas», la persecución vaticana contra la Orden del Temple o las leyendas acerca de la piedra filosofal.

Con dos novelas históricas en su haber (publicó «Un vikingo en la Corona de Aragón» en 2007), Pascual Ariste da rienda suelta a su pasión por la historia. Profesor jubilado de la Academia General Militar de Zaragoza y coronel de Caballería, Pascual Ariste dio con su protagonista, Bernardo de Fuentes, de una manera casual, a través de Internet. Atraído por el personaje, comenzó a investigar sobre el caballero, del que descubrió que perteneció a la Orden del Temple. En su huida de la persecución inquisitorial, Bernardo llegó a Túnez en 1310. El templario aragonés reaparecía más tarde en la península, como embajador del emir de Túnez en la corte de Barcelona, lo que causó «una gran sorpresa entre todos los que le conocían».

Además del interés histórico y literario, Pascual Ariste se ha marcado otro propósito con su nueva novela: el de «reivindicar» el origen aragonés del protagonista, al que le encuentra muchas similitudes con Miguel Servet. «Eran parecidos. Los dos fueron perseguidos y encarcelados por la Iglesia; ambos eran teólogos y médicos y, ahora, los catalanes tratan de apropiarse a ambas figuras», afirma el escritor, quien añade que «existen pruebas documentales» que niegan que Bernardo de Fuentes fuera catalán, concretamente un manuscrito que relata el reinado de Pedro III.

Las órdenes medievales de caballería ya tuvieron un gran protagonismo en su primera novela. En esa ocasión, fueron los caballeros hospitalarios quienes aparecían como uno de los elementos centrales de su primera novela, que, al igual que ésta, contiene «anécdotas, comentarios y un poco de violencia», los «ingredientes básicos» que, en su opinión, debe tener cualquier novela.

Memoria histórica en Sijena.

En las elecciones de 1936, Villanueva de Sijena registró 392 votos de derechas y 31 de izquierdas. El 18 de Julio, casi todo el pueblo estaba en el lejano monte (cuatro horas de carro)  recolectando el cereal. El día 21 fueron forzados a bajar al pueblo e interrumpir la trilla, por la declaración de huelga general.

Comenzaron los primeros brotes revolucionarios: las monjas tuvieron que huir, cambiando sus hábitos con la cruz de Malta por ropas de labradoras; un Comité Revolucionario destituyó al Ayuntamiento; llegó de Barcelona un coche con cuatro anarquistas, dos mujeres y dos hombres, en mono azul que, ante la consternación y asombro de todos,  tirotearon (no fusilaron) al capellán D. Antonio Montull Carilla a la orilla del río Alcanadre. Lo dejaron moribundo y quejumbroso, y tuvo que rematarlo un cazador, dicen que por caridad y a solicitud de la víctima. Quedó insepulto, hasta que el secretario (Julio Arribas) y el médico, Adolfo, le excavaron a escondidas una somera tumba en el mismo lugar. Después, una piadosa riada del Alcanadre, le arrastró por su entonces límpido cauce.

El 3 de Agosto, el mismo día que del cercano aeródromo de Sariñena despegaron los aviones que bombardearon la basílica del Pilar, incendiaron el Monasterio de Sijena. Cuando el fuego acabó con el Salón del Trono y se extinguió, provocaron durante todo el mes más incendios en la Iglesia, el Coro, la Biblioteca y la Sala Capitular. En el Salón del Trono se destruyeron muebles, tapices, cuadros, las pinturas del cartujo Bayeu y el artesonado. En la Iglesia ardieron los retablos de tabla y decapitaron los de mármol y alabastro. En el Coro se quemó el artesonado y una rica sillería semejante a la de la Seo de Zaragoza. En la Biblioteca ardieron, además de los archivos de la Corona en pergamino, Libros de Horas miniados y Ejecutorias de nobleza.

Entre los muros desplomados y las ruinas algo quedó intacto: varias tablas románicas y góticas de mucho valor, sarcófagos y otras obras de arte, que se llevaron al Museo Comarcal, que en Albalate organizó la CNT- FAI. La corona de la Virgen del Coro, objetos de culto en metales nobles, joyas y cuberterías de plata y oro, patrimonio de ocho siglos de historia, desaparecieron, saqueados y malvendidos fraudulentamente por los incendiarios. La imagen románica de la Virgen del Coro, que había sido escondida, cuando la localizó el Comité, la usó para encender una estufa. Un miliciano cambió una rica corona por un fusil ametrallador.

En Septiembre, Durruti, que había visitado el Monasterio en su esplendor, llegó a Sijena y entre gritos e insultos, ordenó al Comité de Villanueva: “Cerrad este recinto y poned una guardia porque una fotografía de esto nos hará más mal que todos los cañones de los fascistas juntos”. Resulta extraña esta frase, que repiten muchos autores, cuando una de las pocas citas que se le atribuyen a Durruti, es: «La única iglesia que ilumina es la que arde».

Posteriormente se alojó en las ruinas un Regimiento de Caballería que clavó, en los muros del claustro que quedaban en pie, argollas para el enganche de los caballos. Evacuado por la Caballería, aún sufrió el Monasterio una última profanación por elementos del Regimiento Engels, que abriendo los sarcófagos del Panteón Real y las tumbas de las monjas, arrastraron los esqueletos de reyes, infantas, caballeros y sorores, cuyos huesos y restos se iban desparramando por el interior de la iglesia y la plaza  del Monasterio. Especial escarnio hicieron con el cadáver de la reina y fundadora, Doña Sancha, zarandeándola como si bailara, con un cigarro entre las descarnadas mandíbulas. Según el acta de apertura y reconocimiento de los sepulcros reales, en 1883, los restos de Doña Sancha estaban momificados y en admirable estado de conservación, describiéndola: alta (1,70 m.), frente espaciosa, ojos grandes, nariz aguileña y abundante cabellera de un color rubio casi rojo…

Hablar de Patrimonio Artístico, es hablar de la memoria de una comunidad, de sus amores y de sus olvidos; en suma , de la vida a través del tiempo. Desde antaño las guerras han provocado la desaparición de arte sacro en los templos, saqueado por su valía o destruido con brutalidad patológica, por individuos engañados por la incultura y cegados por un odio visceral a lo religioso y clerical. Del antiguo patrimonio de Sijena, sólo queda: en el Museo de Huesca, cuatro tablas góticas del Maestro de Sijena, que fueron adquiridas por Carderera, y varias escenas de la vida de San Juan Bautista que se cree provienen de un retablo de Sijena. En el Museo de Zaragoza se encuentra el sarcófago de María Ximénez de Cornel, condesa de Barcelos. Algunos documentos del archivo de Sijena se encuentran en el Archivo Histórico Provincial de Huesca, entre ellos una copia del siglo XIII de la Regla del Monasterio.

Los frescos que cubrían los muros de la Sala Capitular empezaron a ser arrancados antes de finalizar la Guerra Civil, y se exhiben actualmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

A principios de Abril de 2006, el pleno de la Comarca de Los Monegros aprobó por unanimidad solicitar a la Generalitat de Cataluña la devolución de las pinturas de la Sala Capitular del Monasterio de Sijena. Alfonso Salillas, vicepresidente comarcal y alcalde de Villanueva de Sijena, señaló que estos frescos “fueron arrancados por mandato de la Generalitat en septiembre de 1936 por lo tanto en plena Guerra Civil y después del recién incendiado Monasterio”. señalando que tienen consideración de “botín de guerra” y deben ser recuperados “al igual que los papeles de Salamanca” y “con la misma celeridad”.

Posteriormente, Salillas declara: “a Villanueva vino una columna de “Los aguiluchos del POUM” cuando las monjas ya habían huido. Al capellán lo mataron, sacaron a los reyes de los sarcófagos y los pasearon por toda la plaza y quemaron los ataúdes y después incendiaron el Monasterio. Posteriormente, la Generalitat mandó arrancar las pinturas”. Agrega “los frescos estaban afectados por la declaración de Monumento Nacional de 1923, por lo tanto, son intrasladables”. Y concluye: “en el año 1956, Antonio Beltrán, entonces director del museo de Zaragoza, obtuvo una orden ministerial para traer los frescos y en Cataluña y en Barcelona la única razón que esgrimieron para no dárselos fue que el museo de Zaragoza debía de satisfacer los costes de los trabajos de restauración de dichos frescos. Si en aquellos años ya se obtuvo una orden ministerial, será porque hay una base legal”. Afirma que el Gobierno de Aragón “no se toma en serio” la reclamación de las pinturas de la Sala Capitular y denuncia que “existe una clara falta de interés”. Recordó por otra parte, que existen otras piezas del cenobio que fueron vendidas ilegalmente y en secreto a la Generalitat de Catalunya, un asunto que “se encuentra en un contencioso en el Tribunal Constitucional” (Diario del AltoAragón, 7-IV y 11-V-06. ADN 29-V-06)

Reconociendo y solidarizándome con las razones del alcalde, solamente en busca de la verdad histórica, discrepo de las declaraciones anteriores, en que “Los Aguiluchos” eran de la FAI (anarquistas) y no del POUM (marxistas) y que se trasladaron en tren, sin pasar por Sijena, hasta Grañén, el 28 de agosto, cuando ya llevaba 25 días ardiendo el monasterio

Presumiblemente, los incendiarios de Sijena fueron milicianos de la primera columna patrocinada por la UGT y el PSUC, que posteriormente recibió el nombre de “Carlos Marx”. Salió de Barcelona el 25 de julio, formada por unos 3000 milicianos y dotada de tres baterías de artillería. Sus dirigentes eran José del Barrio, Ángel Estivill y Antonio Trueba, asesorada militarmente por el comandante de Infantería Enric Sacanell. Situada al norte de la columna Durruti, siguió la ruta Barcelona, Lérida y sin pasar por Fraga, directamente a Sariñena, ocupando Almudevar el 29 de Julio.  Esta Columna tenía una característica especial, y era que contaba con un grupo extranjero compuesto por alemanes, exiliados antifascistas que habían acudido a la Olimpíada Popular que debía inaugurar sus juegos el 19 de julio. Ese grupo de alemanes tomaron el nombre de «Thaelmann», y eran dirigidos por Hans Beimler, conocido militante del Partido Comunista alemán.

Guillermo Fatás, el 27 de junio de 2006, en el Heraldo de Aragón encabeza su artículo: “La desventura del Real Monasterio de Sijena comenzó con un expolio en plena guerra civil, en 1936, y siguió por más de medio siglo con total menosprecio a la raigambre aragonesa del tesoro”. Termina: ”Frente al ingente despojo de Sijena, sumado al de las parroquias de Barbastro-Monzón, no parecen tanto los documentos de Salamanca”.

Parte del patrimonio que no ardió se encuentra en Lérida, para la exhibirlos en el “Museu Diocesà de Lleida”, donde están varias obras que los obispos de Lérida, a lo largo de los años, fueron recogiendo, hasta hace poco tiempo, en un sucio almacén, con el justificado pretexto de preservarlos de robos, pero sin imaginar que tras años de disfrutarlos, les costaría devolverlos al considerarlos ya suyos. Allí se hallan cuadros (retratos de Doña Sancha y Doña Dulce), retablo de San Pedro, tablas de varios pintores góticos, sarcófagos policromados, la gran puerta del Palacio Prioral; cinco piezas del retablo de alabastro policromado del Niño Jesús, siglo XVI,  atribuido a Gabriel Yoly, artista aragonés de la época ; el Retablo de Santa Ana, policromado de estilo renacentista, atribuido también a Yoly; retablo de Santa Waldesca , datado entre 1593-1608, que estaba situado en el claustro; la Sede de la Priora de Sijena del siglo XIV y varias obras de arte.

Otras obras de Sijena se ven salpicadas por el escándalo de una venta a la Generalitat de Catalunya, sin informar a la Diputación General de Aragón. En 1983, por un importe ridículo de 10 millones de pesetas compran  44 piezas, la mayoría pinturas. Nueve años después, en 1992, y otra vez sin enterarse ni estar prevenida la D.G.A., por 25 millones, 12 piezas. Y la última venta entre 1992 y 1994 por unos 15 millones, 30 piezas.

Debemos exigir al Gobierno de Aragón, el compromiso inequívoco de restitución patrimonial al Real Monasterio de Santa María de Sijena, lugar del que fue despojado el rico conjunto de pinturas, esculturas, retablos, etc, que hoy se hayan expuestas en tierras catalanas, sin que empleen estas circunstancias con fines partidistas, enfrentando a aragoneses con nuestros vecinos catalanes, ya que es un problema creado por la astucia de los encargados de la compra por la Generalitat y la falta de información o desidia, de los responsables de la Diputación General de Aragón.

dos villanovanos

En Arnaldus Villanovanus  pueden encontrarse sin dificultad similitudes con otro gran aragonés: Miguel Serveto Conesa, también conocido como Michael Villanovanus.

Aunque muchas ciudades se adjudican sus lugares de nacimiento, hoy se puede asegurar que ambos nacieron en un pueblo llamado Villanueva: Arnaldo en Villanueva de San Martín (actual Villanueva de Jiloca) y Miguel en Villanueva de Aragón (actual Villanueva de Sijena).

Reconocido el lugar de nacimiento de Servet, no lo es tanto el de Arnaldo que se autodefinió como un “homo sylvester, theoricus ignotus et practicus rusticanus» (hombre silvestre, teórico ignoto y aldeano práctico), «natus ex gleba ignobile et obscura « (nacido de un terruño desconocido y obscuro). Este terruño en el que nació hacia 1238, el aldeano Arnaldo, no puede ser la gran Barcelona, ni la hermosa y brillante Valencia, sino más bien Villanueva de San Martín, cerca de Daroca, cuando el territorio hacía poco que había sido conquistado por el «Buen Rey Jaime”.  Muy jovenes ambos emigraron sin volver nunca más a su tierra.
         Para confirmar más fehacientemente su lugar de nacimiento, recientemente se ha descubiero un códice del siglo XIV, obra de Arnaldo, que termina con la siguiente fórmula:“Acaba el Speculum Medicinae, escrito por el Maestro Arnaldo de Vilanova, catalán, de buena memoria, doctor insigne de Montpelier, cuya alma con los ángeles se congratula”, que es corregida por un comentario, anotado al margen de dicho libro, de su discípulo Juan de Ejulve escrito en latín, con letra del siglo XIV, donde dice: “¡Mentiras! porque fue oriundo de Villanueva de San Martín cerca de la ciudad de Daroca, en los confines del Reino de Aragón cerca de la frontera con Molina, donde todavía viven sus afines y los de su parentela, donde algunos de sus escritos y sus cosas todavía se encuentran”.

Arnaldo como Miguel Serveto eran tozudos y de genio muy vivo. Los dos fueron estudiantes de medicina en Monpelier, teólogos, astrólogos, filósofos, considerados herejes y, sin embargo, ellos estaban convencidos de estar en la más pura ortodoxia y, desde luego, de tener razón. Flagelos de la Iglesia, cuya degeneración criticaron al observar el descenso de la fe y de la virtud cristianas, la pompa y el fausto del Papado y la relajación del clero secular y regular,  lo que les costó el acoso de la Inquisición y la cárcel; que en el caso de Serveto terminó con la muerte en la hoguera por instigación de Calvino con la quema de sus libros, y en el de Arnaldo, la sentencia de la junta de teólogos de Tarragona, que en 1316, después de su muerte,  ordenó la destrucción de sus obras espirituales.

Humanistas, estudiosos de todas las ciencias y dominadores de muchos idiomas, hubieran producido y descubierto muchas cosas más, si hubiesen estudiado muchas menos. Siempre creyeron que todo lo que puede ser pensado, puede ser dicho, discutido y hecho. Políglotas ambos; Arnaldo escribió en latín y catalán y hablaba hebreo, árabe, griego, francés e italiano, mientras Serveto a los trece años, además de su lengua materna, dominaba ya el latín, griego y hebreo.

Navegando hacia Génova le sorprendió la muerte a Arnaldo en septiembre de 1311, justo, como si fuera una reencarnación, 200 años después, el 29 de septiembre de 1511, nació Serveto.

Presentación de «Un vikingo en la Corona de Aragón»

Presentación de la novela UN VIKINGO EN LA CORONA DE ARAGÓN.

Miguel Ángel Pascual Ariste, Coronel de caballería y ex-profesor de Historia del Arte de la Guerra y Sociología en la Academia General Militar de Zaragoza, acaba de presentar su primera novela Un vikingo en la Corona de Aragón. Conocedor del mundo del caballo y de las batallas, tácticas, armamento, generales y combatientes de todas las épocas, el autor enfrenta a personajes históricos con su propio personaje ficticio. «Pretendo ver sus vergüenzas, las luces y las sombras de todos los personajes», confiesa el autor.

La historia se desarrolla alrededor del año 1200 y en ella se cuentan las fechorías de un joven fraile que, tras una aventura galana con una noble dama, tiene que huir del monasterio de Winchester, cruzando Europa para llegar a Bizancio y Tierra Santa. Se hará pasar por Conde y caballero de la Orden hospitalaria, y también ejercerá de iluminista y arquitecto. Aventuras y derrotas con las que Pascual Ariste pretende «escribir cómo era la cristiandad, la alquimia, la cocina, la medicina y las enfermedades, las guerras, las tácticas y las batallas de aquella época» . El autor cuenta cómo el primer borrador tenía un estilo demasiado militar «claro, concreto y conciso» por lo que perfiló más sus personajes e incluyó en el relato descripciones de paisajes y, sobre todo, de caballos. «El caballo es el animal que más ha ayudado al hombre y no podía faltar» , sostiene Pascual.

CRISTINA GÓMEZ eparagon@elperiodico.com