EL FIN DE UNA SAGA
¿Quién soy? ¡ADIVINA!.
Estoy obligado a transcribir mis recuerdos y sentimientos, porque en breve plazo voy a ser acuchillado.
Me encuentro en plenitud de facultades y completamente sano, no como mi hermano gemelo que se encuentra en las últimas, con un mioma cancerígeno que podría infectarme y acabar con mi vida y con la de mi poseedora.
Voy a ser extraído, cortado Y analizado, después de haber llevado una vida ejemplar cumpliendo todas mis obligaciones con perfección, regular y regladamente, pero sin dar los frutos deseados por causas ajenas a mi férrea voluntad.
El caso de mi hermano gemelo, que va a sufrir los mismos tormentos, puede considerarse eutanasia, pero el mío ¿Cómo se justifica? ¡Salvar la vida de mi beneficiaria! Pero yo no soy la causa de su problema, es ella la que no ha sido capaz de concebir, ni llevar a término mi función principal, poniendo todas las trabas posibles: cauchos, píldoras, metales, ligamentos,… en busca de su éxito personal y profesional, que ahora ella misma duda de haberlo conseguido.
Sufro la angustia y el terror de estar sentenciado a fecha y hora fija, en un patíbulo-quirófano preestablecido, por un verdugo-cirujano sin escrúpulos, que se encontrará convencido de su buena obra y satisfecho de su habilidad en el manejo de cuchillos.
Nadie tiene en cuenta mis sentimientos y el hecho de que seré el último de una saga que se remonta por miles de siglos hasta Eva en el Paraíso, transmitiendo unos genes casi iguales de generación en generación y que soy la última consecuencia de mis antepasados y la razón de su existencia.
Todos mis antepasados cumplieron con su deber, transmitiendo mis obligaciones que he cumplido fielmente, sin producir el provecho buscado por culpa del egoísmo de mi propietaria, que se ha empeñado en llevar la contraria a las leyes de la Naturaleza. En realidad sólo le he producido molestias, migrañas,… periódica y regularmente.
Perdonad mis limitaciones literarias, pues esta es la primera, única y última vez que manifiesto mis sentimientos y que lo hace uno de mi familia.
Al estar tan íntimamente unido a mi poseedora, conozco sus pensamientos y sentimientos que no hacen más que aumentar mi tristeza. No le preocupo en absoluto. No le importa separarse de mí, ni lo que me ocurra. Sólo ha tenido una idea, rápidamente rechazada de hibernar algunos de mis hijos para su posterior y posible uso anormal.
Como siempre, mi egoísta propietaria únicamente teme y le preocupa: su riesgo, sus dolores, sus posteriores sofocos y acaloramientos, y, el uso propagandístico de la noticia de su intervención, que puede hacer en sus círculos feministas, políticos y sociales, para mejorar su imagen pública.
Yo he influido muchas veces en su conducta y sentimientos, igual que ella ha condicionado los míos. Conozco objetivamente y sin apasionamiento parte de su vida y sus circunstancias.
Hoy nos levantamos temprano y vamos a un edificio blanco donde nos instalan en una habitación impoluta, sin más adornos que tubos y extraños artilugios. Esta noche no hemos dormido. Temo que sea por el terror que tiene a su intervención. Más pánico debía de sufrir yo. Ella va a seguir viviendo, pero yo después de ser torturado moriré.
De madrugada la depilan y nos trasladan en una camilla con ruedas a mi cadalso, atiborrado de extraños artefactos y luces. Allí reconozco a mi verdugo acompañado de otros individuos enmascarados, vestidos con batas y gorros verdes.
Ella se duerme y yo voy notando como se acercan a mí y empiezan a cercenar mis alrededores. No puedo seguir hablando. Noto como me acuchillan. Adiós, voy a morir…
FIN