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Soñé que un ibón ardía

 

La libertad existe sólo en la tierra de los sueños. (von Schiller, Johann)

Anoche tuve un sueño grotesco, atroz, espeluznante, que recuerdo con claridad y no sé si es premonitorio. Yo era un anciano y las casas de mis vecinos aparecían mugrientas y abandonadas.

En mi sueño, la carretera comarcal de Sijena se había convertido en una autovía por donde circulaba una caravana de camiones, precedida y seguida por motoristas uniformados con aullantes y estrepitosas sirenas. 

En la siguiente imagen onírica, me hallaba en la huerta, frente al vetusto monasterio. Por las acequias no corrían cantarinas aguas y los campos no estaba cultivados, semejando un bosque lleno de carrizos, olmos y cañaverales. No se oía ningún ruido, ni el piar de pájaros, ni los motores de los tractores, ni el frecuente repicar de campanas de las monjas.

¿Qué razón había para que una mala carretera se hubiera transformado en una autovía?¿Por qué la huerta se había convertido en una selva?¿Cómo era que las acequias estaban secas, no trinaban los pájaros, ni tañían las campanas?

En mi sueño, tuve como un flash, un fogonazo hecho imágenes palpables. Grandes maquinarias ensanchando la autovía, asfaltando caminos y la imagen más clara e impactante; un enorme agujero, una sima, una falla sísmica, un ibón.

En el fondo de ese cráter, vi como enormes excavadoras extraían tierra que cargaban en volquetes que, a semejanza de una larga hilera de hormigas, subían y bajaban por unos caminos en zigzag.

El porvenir es un lugar cómodo para colocar los sueños. (Anatole France)

– ¡A los autobuses! – gritó un individuo uniformado.

Los visitantes nos dirigimos al autobús que se aproximaban. Yo les seguía, escuchando sus comentarios.

– Este viaje ha sido una mierda — comentaba uno —. A ver si por lo menos nos dan un buen ágape y un generoso cheque.

– Cierto, me falta inspiración, no se que contar a los lectores — decía otro.

– La visita que no superarán, fue la que hicimos a Suecia — replicaba un tercero —. Allí si que había cosas que describir; aquel ordenado y pulcro laboratorio de Aspe; los túneles protectores de más de 4 Km. que recorrimos en coches eléctricos; el magnífico paisaje nevado del entorno. Con aquello se podía escribir un buen reportaje y convencer a los indecisos y antagonistas que esta obra no es apocalíptica, sino necesaria y beneficiosa, como exigen que expliquemos y convenzamos la empresa no paga.

– No seáis cínicos – censuró otro -. Yo estoy persuadido de que hago lo que debo. ¿Hay otra solución para lo residuos?

– ¡Hombre!. No podemos echarlos al mar en bidones encerrados en bloques de hormigón, como se hacía antes, pero podíamos enterrarlos en la Antártida, en un atolón del Pacífico o enviarlos al espacio en Challengers. El caso es llevarlos lejos.

La que así hablaba era una joven, vestida con unos ceñidos vaqueros, un abierto chaleco mimetizado y botas de caza. Además de su rubia y larga cabellera, resaltaba su feminidad con una blusa rosa, convenientemente desabrochada, mostrando con generosidad unos senos que vibraban a cada paso, porfiando por emerger cuando daba gráciles y coquetos brinquitos por encima de las piedras y matorrales del monte.

– La expedición que me conmovió, porque nos la presentaron de forma ecuánime y sincera, fue la de Yucca Mountaine – contesto un pequeñajo, que arrastraba varias cámaras fotográficas y un trípode más alto que él —. Las instalaciones eran más imponentes que las suecas, aunque el paisaje no era tan bello. No es lo mismo fotografiar un terreno cubierto de abetos y nieve, que unas tierras removidas en el desierto. Pero lo realmente impactante, eran las imágenes de Las Vegas, con sus casinos medio vacíos y sin el bullicio que tenían antes y eso que están a más de 100 Km. de distancia.

Ya en los autobuses, se produjo un silencio absoluto. Viajaban también, además de los guardias de seguridad, unas personas impecablemente vestidas, altas, rubias, de ojos azules que, me informaron, eran ingenieros y científicos fineses y suecos.

Cruzamos una alambrada custodiada por hombres armados de rifles con mira telescópica.

En la vida sólo unos pocos sueños se cumplen, la gran mayoría se roncan. (Jardiel Poncela)

¿Qué hacía yo en aquel autobús?. Las personas que viajaban conmigo estaba claro que eran periodistas, pero ¿qué era el ibón?. Entonces me di cuenta: ¡UN CEMENTERIO NUCLEAR!, técnicamente definido Almacén Geológico en Profundidad (AGP).

En mi sueño, recordé las charlas que se habían dado en Sijena. Allí se hablaba del egoísmo e irresponsabilidad del consumidor, que aunque utiliza cotidianamente la energía y desea progreso y bienestar, rehúsa aceptar sus residuos.

En mi sueño, recordaba a acicalados personajes que insistían que con la faraónica obra los residuos serían inicuos, no representando ningún peligro, pues el terreno era geológicamente muy estable. Embaucaban a los asistentes, con los grandes beneficios en infraestructuras, comunicaciones y servicios que tendría el pueblo y el considerable número de puestos de trabajo que crearían.

Los sueños son las únicas mentiras que pueden dejar de serlo.(Anónimo)

De repente, tuve una desesperada agitación, una rápida sucesión de acontecimientos desordenados que se amontonaban en mi delirio, las imágenes se atropellaban, perdían claridad. Sentí como mi cuerpo fláccido se dirigía hacia la luz y mis visiones perdían coherencia, desaparecían… ¡desperté!

Me levante asustado, triste e inquieto. No soy Freud, para interpretar mi incomprensible y absurdo mundo onírico y su relevancia en mi vida psíquica. El AGP no es una de mis principales preocupaciones reprimidas para que, en brazos de Morfeo, se aparecieran en este sueño que más parece pertenecer a Tánato, hijo de la Noche, personalización de la muerte, que adormece a los humanos abanicándoles con sus mortales alas sombrías.

Somos lazarillos de nuestros sueños. (Gómez de la Serna)

La Unión Europea exige a todos los países miembros que determinen el emplazamiento de un AGP en 2009 y las instalaciones construidas y operativas antes de 2018.

La Empresa nacional de residuos radiactivos (ENRESA), lleva realizando sondeos de reconocimiento y sondeo en profundidad, para caracterización de las zonas, desde 1986.

Los estudios de ENRESA, son geológicos y sociológicos, incluyendo factores como la densidad demográfica de la zona, las actividades económicas y otras. Es de temer que la decisión, al ser política y no de expertos científicos, dependa de los intereses del partido que gobierne. Allí donde la gente no proteste, donde no se pierdan votos, allí se ubicara.

El sueño de la razón produce monstruos. (Goya)

Posdata: Ruego al lector me disculpe. Al transcribir mi ominosa y premonitoria pesadilla en Sijena, la noche de San Lorenzo de 2007, erré en su interpretación. Las grandes obras: autopistas, grandes maquinarias, movimientos de tierras… Los personajes: ingenieros nórdicos, periodistas, guardias de seguridad armados, publicitarios… El abandono de campos, huertas y monasterio por otras ocupaciones insólitas… La imagen de los casinos de Las Vegas… Ahora comprendo que las interpreté mal y no se deben, seguramente, a la construcción de un Cementerio Nuclear, sino a las inauditas obras de GRAN SCALA.

Este cuento se publicó en RELATOS PARA EL NÚMERO 100, de MIRA EDITORES.